Llegadas estas últimas semanas del año, la vida se llena de ruido. Ruido en las calles, repletas de un gentío ansioso por encontrar el regalo perfecto o el complemento ideal. Ruido en los restaurantes y bares, con un continuo chocar de platos y copas. Ruido en los colegios, con un carrusel de festivales y celebraciones. Ruido en las casas, organizando los encuentros y cenas familiares. Ruido, mucho ruido. Y este año, después de tantos meses de encierro y distancias, ruido multiplicado por el ansia de recuperar todo el tiempo perdido.
Tanto ruido que el sencillo latido de un corazón pasa totalmente desapercibido. Ese latido que nos anuncia la vida que está a punto de alumbrar, que está a punto de nacer, que está a punto de llegar para cambiar, una vez más, nuestro mundo.
El Adviento es el tiempo que ayuda a sintonizar nuestro corazón con el corazón del Niño, a tomar conciencia de que debemos prepararnos para acoger su vida y su mensaje y hacerlo nuestro cada día. Adviento es guardar un momento de silencio para escuchar los latidos de nuestro corazón y, junto a ellos, la voz que nos anuncia: “Escucha, Él está al llegar”.