«Desde nuestros orígenes, la Buena Madre ha tenido un lugar especial y un papel clave en nuestra vida como Instituto. Hoy lo sigue teniendo, con la misma actualidad que en los inicios. He expresado en más de una ocasión que «el gran regalo que nos ha dejado Marcelino, al habernos dado el nombre de María, fue la invitación y el compromiso a vivir según su corazón». El H. Francisco lo expresa bellamente así: «El bendito nombre de María es el que ha dado la vida a la Congregación». Hermano Ernesto Sánchez, Hogares de esperanza.
Es bien sabido la ciega y total confianza que tenía Marcelino en la Buena Madre, actitud que supo transmitir y hacer que fuera suya en el corazón de los hermanos. Desde entonces las fiestas marianas y el mes de mayo han sido momentos de especial celebración y vivencia en nuestro Instituto.
Vemos cómo, a lo largo de nuestra historia, María ha sido la inspiración y el modelo. Espigando entre las circulares de los nuestros Superiores o en los documentos de los capítulos nos encontramos con la constante referencia hacia María. Baste recordar las circulares: «En sus brazos o en su corazón» del Hermano Sean y «Nos dio el nombre de María» del Hermano Emili, o alguna de las referencias de los últimos capítulos: «Como María en Caná (Jn.2, 3), nos sentimos interpelados por las necesidades del mundo que nos rodea», una de las ideas conclusivas del XXII Capítulo, o «¡Con María, salid deprisa a una nueva tierra!», del Capítulo anterior.
Sin embargo, la gran riqueza es la vivencia profunda de muchos hermanos y laicos en su relación con María, pues para ellos la vida de María, las actitudes de María y las respuestas que da en su caminar son inspiración y modelo en su actuar y vivir.
Para muchos hermanos la anunciación a María es el primer momento de admiración y de imitación de María. El ver cómo María arriesga su vida, sus proyectos, su imagen y acoge el proyecto de Dios y pone su vida en sus manos para que él actúe como crea conveniente es inspiración en la disponibilidad de sus vidas.
La visita de María a Isabel es otra invitación a vivir como María: la disponibilidad para acudir a quien le necesita, el servicio al hermano… es otro rasgo definitorio y ha de serlo de cualquier marista. Y en Caná, su mensaje: «Haced lo que él os diga», lo sienten como una invitación a abandonarse confiadamente en las manos del Señor y dejar que sea él quien trace su camino.
En el fondo de la vida de María está la fe; fe que, como decía el cardenal Newman, es «la capacidad de soportar dudas». Para María es fuente de felicidad. Lo será siempre, a pesar de las pruebas por las que debió pasar. En ese camino misterioso de la fe María se nos ofrece como modelo.
Esa es la razón de dedicar el mes de mayo a María, porque hoy María sigue siendo nuestro modelo y nuestra inspiración en cómo caminar tras las huellas de Jesús, en cómo vivir nuestra vida, en cómo ser fieles a nuestro carisma y en cómo hemos de vivir nuestro ser de consagrados.
Hermano Gonzalo Saiz, Oficina de comunicación de la Provincia Ibérica.