El domingo 19 de enero ponía rumbo a Córdoba (Castillo de Maimón) para disfrutar de la II Semana del Curso de Responsables de Animación Pastoral. En la maleta, aun sabiendo lo que dejaba atrás, un montón de ilusiones y ganas de vivir una semana llena de encuentros: conmigo mismo, con los compañeros de curso entre los que hemos creado una verdadera familia, con el Evangelio y con la vida de los ponentes que nos iban a acompañar.
Era recibido con los brazos abiertos por Ángel y Andrés, dos “maristas” que encarnan en primera persona los valores de la Buena Madre que los llevan a estar siempre pendientes de los que les rodean. En cada ocasión que nos encontramos, gracias a su sencillez, humildad y excelente trato, nos sentimos como en casa. ¡¡Mil gracias una vez más, Ángel y Andrés!!
Después de la fundamentación teórica de la primera semana, tocaba aterrizar, llevarlo a la práctica y analizar las distintas realidades colegiales. El equipo provincial de Pastoral de Mediterránea nos iba a acompañar toda la semana derrochando alegría, entusiasmo, convicción en la tarea y dando un magnífico ejemplo de lo que es un buen trabajo en equipo. Todos ellos aportaron su experiencia para arrojar un poco de luz en cada uno de los temas tratados (Niveles del Proceso evangelizador, TIC, Interioridad, Trabajo en equipo, Convivencias y Celebraciones aplicadas a pastoral, Estructuras de evangelización), pero con lo que me quedo es con sus vivencias personales. Me impactó personalmente la vida en comunidad de Javier F. Castillo y su familia o que Carlos Torres fuese capaz de retrasar su regreso para compartir una celebración con nosotros. Gracias a todos por abrir vuestro corazón y compartir vuestras VIDAS.
Con el paso de los días, nuestra mochila personal se iba llenando de palabras clave como: “Jesús”, “Buena Noticia”, “Reino de Dios”, “Encuentro”, “Búsqueda”, “Libertad”, “Vida”, “Esperanza”, “Pastor”, “Equipo”, “Evangelio” que se iban haciendo cada vez más grandes, más intensas. Palabras marcadas en negrilla en nuestra vivencia personal.
Al mismo tiempo, nuestro estómago también iba creciendo gracias a la buena comida de la Casa y a los distintos manjares típicos de cada lugar que con inmenso cariño cada uno habíamos llevado. ¡Increíble la variedad y riqueza de los suculentos productos compartidos!
El viernes ya de camino a casa, en mi mente y en mi corazón resonaba una única palabra y un único sentimiento: GRACIAS.
Los días vividos habían vuelto a ser un auténtico REGALO, sobre todo, por el hecho de compartirlos con ese maravilloso equipo de personas que participamos en el curso. La diversidad de talentos y dones que cada uno pone al servicio de los demás hacen que estas semanas sean únicas e irrepetibles.
Agradezco a mi colegio haberme dado la oportunidad de vivir esta experiencia, a mi familia todo y más y a mis compañeros de aventura porque ellos dan sentido y contenido a todo lo vivido.
Pablo García Ramos. Colegio Santa María. Ourense. Prov. Compostela